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Niñ@s abandonados de buenos padres

Niñ@s abandonados de buenos padres

Niños abandonados de buenos padres
Crianza

 

Por Isabel Fernández del Castillo

 

Han pasado varios días y aún lamento no haberme acercado a aquella niña, lamento no haberme sentado junto a ella y haberle dicho que yo sí la veía, que era valiosa y maravillosa, y que merecía ser tenida en cuenta.

La niña triste de la que hablo no tendría más de 4 ó 5 años, estaba sentada en un banco de una calle, absolutamente quieta y con la mirada triste, fija en la pared del edificio de enfrente.  A su lado, su padre (imagino) absolutamente ausente, su atención secuestrada por la pantalla multicolor de su teléfono móvil.  No estaba buscando una dirección para ir a un sitio, ni enviando un mensaje rápido para decir que ya llegaban a casa, no, estaba absolutamente abducido por su dispositivo, completamente desconectado de su hija y de todo.

Si me hubiera atrevido, también le habría dicho a él que mirara a su lado, que ahí estaba la persona probablemente más importante de su vida, en los años más cruciales de su vida, deseando establecer conexión con él.  Le habría dicho que estaba dejando pasar unos instantes valiosos y efímeros, que nunca volverían, y que en no mucho tiempo, quizá cuando ella tuviera 12 ó 13 años, lamentaría profundamente no haber aprovechado esas ocasiones preciosas para disfrutar de su compañía, construir una relación, hacer de padre, demostrarle cuanto la amaba, cuan importante era.  Habría intentado hacerle ver que todo tiene efectos, y que detrás de muchas de las conductas incómodas de los adolescentes hay mucho abandono emocional, mucha falta de mirada y conexión, mucha incoherencia, mucha falta de consciencia y de respeto por parte de l@s adult@s.

No es fácil ser madres y padres en la era de la tecnología desbocada; nos ha caído encima sin haber casi tenido tiempo para darnos cuenta de su poder y de cómo nos ha ido cambiando de forma imperceptible, progresiva, radical.  Pero todo lo que tiene cara tiene cruz, y tras la cara de todo lo que facilita, está la cruz de todo lo que interfiere, todo lo que sustituye, todo lo que inhibe, todo lo que impide.  Y cuando lo que interfiere es precisamente eso que nos hace humanos, tenemos un problema.  Por ello es imprescindible gestionar la tecnología de forma intencionada, con consciencia.  Y eso es especialmente crucial en la infancia, cuando se construye la psique humana, cuando se configura el cerebro emocional y social, es decir, cuando se está gestando la sociedad de mañana.

No, los niñ@s no necesitan tecnología, ni estar rodeados de personas secuestradas por ella, que no les miran y les hacen sentir invisibles e insignificantes.  Necesitan presencia real, mirada, participar en la vida familiar, hablar con otras personas; necesitan sentirse parte de una comunidad.  También necesitan ir al parque, subirse a los árboles, jugar, reír, cantar, construir cabañas, pintar, y todo ello en relación con otros niñ@s, con otros seres humanos, mirándose a la cara.

Y no se trata de volver atrás y eliminar la tecnología, se trata de decidir si ella nos sirve a nosotr@s, o si vamos a ponernos ingenuamente a su servicio, permitir que el ser humano sea reconfigurado por ella perdiendo en el proceso lo que nos define como humanos.  Porque eso es lo que está pasando.

 

A continuación comparto algunos artículos ya publicados en torno al mismo tema:

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