[dt_gap height=»10″ /]

Por Belinda Palmar[dt_gap height=»10″ /]

Desde Blade Runner hasta I, Robot, las grandes pantallas de Hollywood han predicho el ascenso de la máquina. Las inteligencias automatizadas servirán nuestras mesas, conducirán nuestros taxis, realizarán las tareas domésticas. Pero los hechos ahora están sobrepasando la ficción. La automatización se ha movido más allá de la línea de montaje de la fábrica y las computadoras diagnostican enfermedades, proporcionan consejo legal, y toman decisiones financieras y políticas. Y si la inteligencia artificial es realmente más rápida, más inteligente y más fiable, ¿qué nos queda)?  

La respuesta es precisamente ese elemento que nos hace menos eficientes y más lentos: nuestra humanidad. Pero en lugar de ser vista como una debilidad, esa es realmente nuestra característica más importante. Es algo necesitamos potenciar, porque los estudios demuestran que a medida que el mundo se automatiza, informatiza y digitaliza cada vez más, estamos perdiendo las mismas habilidades que nos definen como humanos. Justo cuando más lo necesitamos.

Nuestra empatía es algo que las computadoras no podrán emular. Tenemos que celebrar lo que nos diferencia de incluso la más inteligente de las máquinas. Mientras que el futuro pertenece a aquellos que son capaces de navegar este mundo cada vez más digitalizado nuestro, los más creativos y resilientes serán para aquellos que puedan combinar la fluidez tecnológica con la inteligencia emocional. [dt_gap height=»10″ /]

El preocupante declive de la empatía

Satya Nadella, CEO de Microsoft, dijo en Davos este año que en un mundo con un exceso de Inteligencia Artificial y aprendizaje a través de las máquinas máquinas, «los valores humanos como el sentido común y la empatía serán más escasos». Un hallazgo realizado por Sara Konrath de la Universidad de Michigan muestra que los jóvenes se están volviendo menos empáticos que nunca; los estudiantes universitarios estadounidenses mostraron una disminución del 48% en la capacidad empática y una disminución del 34% en su capacidad de ver las perspectivas de otras personas.
Las cifras indican que precisamente ahora, cuando nuestra capacidad para comprometernos con otros podrían marcar la diferencia entre nosotros y nuestros homólogos automatizados, estamos permitiendo que nuestros músculos empáticos se atrofien. Estamos, para decirlo simplemente, desvinculándonos.

Alrededor del 87% de los millennials admitió haberse quedarse fuera de una conversación porque se distrajeron con su teléfono. Irónicamente, en un mundo cada vez más conectado, nosotros como individuos, como familias, como sociedad, nos estamos desconectando. Una encuesta Gallup muestra que las familias comen juntos cada vez menos, mientras que el 51% de los adolescentes prefieren comunicarse virtualmente que en persona (incluso con amigos). Y el 43% de los 18-24 años dicen que enviar mensajes de texto es tan significativo como una conversación real con alguien por teléfono.  

Así que en un momento en el que deberíamos estar cultivando nuestra empatía y volviéndonos más emocionalmente inteligentes, nos estamos empobreciendo. Nos hemos convertido en socialmente perezosos, y esto es un problema. El MIT (Instituto tecnológico de Massachussets) es una de las pocas instituciones que entiende la importancia de perfeccionar la inteligencia emocional de sus estudiantes, así como sus habilidades técnicas … Sin embargo, para cuando los jóvenes lleguen a la educación universitaria, puede ser demasiado tarde. Necesitamos generar ambientes en todos los niveles educativos [y en el hogar] que permitan que habilidades que previamente han sido etiquetadas como complementos «suaves» en nuestra cultura competitiva, puedan desarrollarse.[dt_gap height=»10″ /]

El problema con las 3 R

En muchos sentidos el problema es histórico. Nuestro sistema educativo sigue arraigado en los valores de la era industrial. Los llamados 3 Rs -writing, reading and arithmetics- la lectura, la escritura y la aritmética- que preparaban a los estudiantes para las tareas de fábrica y de oficina, se concentraban en las llamadas habilidades «duras» a expensas de la creatividad, la imaginación o la inteligencia emocional. Si bien los sistemas educativos fomentan la empatía a través de materias como las lenguas extranjeras, la literatura y las artes, suelen considerarse menos importantes.

En palabras de Teresa Cremin, profesora de educación en la Universidad Abierta del Reino Unido, al no desarrollar la resiliencia, la imaginación (vinculada a la empatía), la creatividad y la ingeniosidad, el Curriculum Nacional británico está «educando para el pasado, no para un futuro cambiante y desconocido «. Otros países se enfrentan a una desconexión similar.

Las habilidades asociadas con la empatía deben convertirse en valores fundamentales en nuestros hogares, nuestras escuelas y el lugar de trabajo. Necesitan estar embebidos en todos los niveles de la sociedad. Estas no son habilidades blandas, son las habilidades del futuro, porque mientras que la tecnología es crucial, será mejor utilizada cuando esté en manos de gente emocionalmente competente. Y para proporcionar a una futura generación con altos niveles de alfabetización emocional, necesitamos institucionalizar la empatía, sistematizándola, convirtiéndola en una parte de los fundamentos de nuestro aprendizaje tanto en el trabajo como en la escuela.